PARTE I
Definitivamente
la sociedad es absolutamente cambiante y el ser humano siempre busca las
estrategias específicas de adaptación para poder permanecer e integrarse a esa
sociedad en constante transformación. El conocimiento de la gente, sus
motivaciones, sus inquietudes y aspiraciones, son las que determinan el ritmo
de vida en el futuro. Como socióloga y como habitante de esta aldea global,
estoy segura que evaluando la dinámica social permanentemente, es la mejor
manera de poder aportar ideas para el bien común.
Bienestar,
es sencillamente estar bien. Para ello se requiere de una armonía en
todos los aspectos que tiene que ver con la integralidad de una persona: los
aspectos psicológicos, sociales, espirituales, económicos, físicos, entre
otros. Un estado pleno de satisfacción consigo mismo y con el entorno donde se
desenvuelve.
Indudablemente
la familia, base fundamental de la sociedad, es la institución donde el
individuo aprende casi el 100% del comportamiento que desarrollará a lo largo
de su vida. Este comportamiento está conformado por los valores sociales,
morales, éticos, culturales, religiosos, entre otros, que se inculcan en el
núcleo familiar. El resto de su aprendizaje lo realiza interactuando con otras
personas fuera de dicho núcleo (maestros, compañeros de estudios, amigos o
grupos de pares, iglesias, etc.) Razón por la cual la familiar es clave para el
logro de personas que aporten positivamente a la sociedad y su bienestar. Las
tradiciones que la familia mantenga desde sus ancestros, crean en sus miembros
un sentido de pertenencia y cierta necesidad por mantenerlos. El detalle es
que, dependiendo de esas prácticas (positivas o negativas) se determina si las
costumbres de cada familia pueden aportar al crecimiento personal o ir en
detrimento de sus integrante.
Lo cierto es que dentro de
la sociedad encontramos personas con características bien definidas: depresión,
tristeza, violencia, apatía,miedo, timidez, pero también personas con
perseverancia, alegría, fortaleza, éxitos, emprendimiento, entusiasmo, entre
otras. Pero ¿de donde se origina la aptitud que hace la diferencia? Para poder
llegar al inicio de estas características, es bueno revisar quienes conforman
el grupo familiar y prestar atención al menos a dos aspectos que quiero revisar
en este artículo.
LA COMUNICACIÓN ENTRE LOS
MIEMBROS DE LA FAMILIA. Es absolutamente claro que las palabras generan un
impacto en las personas (dependiendo si somos quienes las pronunciamos o las
recibimos). En la vida de cada individuo existen personas de autoridad o
significativas. Por ejemplo, las palabras que dirigen los padres hacia los
hijos son determinantes en la conducta de dichos hijos, al igual que las
palabras provenientes de los abuelos, familiares cercanos, docentes, pastores
religiosos o personas importantes en nuestras vidas. El impacto comienza al
momento de recibirlas y los efectos pueden ser para siempre. En este sentido
las palabras motivadoras, las que fortalecen el autoestima, las que denotan
apoyo, solidaridad y toda clase de sentimientos nobles, producen en las
personas estados de bienestar y son capaces de enfrentar la vida y sus retos
con mayor fortaleza. Por supuesto, palabras denigrantes, discriminativas,
ofensivas, burlas y toda clase de palabra que atente contra la paz interior de una
persona, producen malestar y decaimiento, que se reflejan en depresión, baja
autoestima, desmotivación y en algunos casos, violencia. Así mismo, quien
pronuncia palabras, cuyo propósito es lastimar a alguien, cuando reacciona,
comienza a experimentar sentimientos de culpa. Aunque en muchos casos, ciertas
personas, nunca llegan a tener conciencia del daño que hacen sus palabras sobre
personas cercanas y, lastimosamente muchas veces se daña a quienes por lazos
familiares estaremos unidos para toda la vida.
Las
relaciones armoniosas en el hogar desde la niñez, se reflejara en el desarrollo
de la vida de la persona
LAS
DEMOSTRACIONES DE AFECTO. Este aspecto es considerado para mí, como el
principal motor que mueve a las personas. Sin duda no todo el mundo expresa con
palabras lo que siente. Pero los abrazos, apretones de manos, sonrisas, o
simplemente el mirar con atención a alguien mientras nos habla, es una fuente
de fortaleza que produce bienestar en quienes son el centro de esas
demostraciones de afecto. Para un hijo, por ejemplo, es prácticamente
indispensable el abrazo de sus padres o de sus familiares más cercanos. El
recibir ese abrazo o gesto, como por ejemplo, una mano en su hombro, lo ayudará
a caminar en la vida con pasos firmes y rectos. Su autoestima y visión de
futuro estarán más consolidadas porque se sienten amado, apoyado, a pesar de
que no se pronuncien palabras. Un gesto de amor logra mucho. Se transmite un
estado de bienestar que lo fortalece y lo motiva a salir en búsqueda se sus
sueños o metas. Efecto contrario se produce cuando jamás recibimos un pequeño
gesto o detalle de amor o cariño.
COMO
PODEMOS MEJORAR EL BIENESTAR DE LAS PERSONAS DENTRO DE LA FAMILIA?
Como primera opción y
considerando lo mencionado anteriormente, es necesaria una comunicación
asertiva, utilizando un lenguaje claro y con palabras positivas. Una
comunicación que permita a cada miembro del grupo familiar conocer las
inquietudes, aspiraciones, molestias, necesidades o cualquier situación que
esté afectando al otro, para evitar de esa manera vivir entre desconocidos y
mejorar tempranamente los posibles conflictos o incomodidades que puedan
presentarse. La poca o nula comunicación en la familia se ha convertido en un
gran problema en la modernidad. Generalmente estamos muchas horas hablando con
desconocidos al otro lado del mundo, por medio de las redes sociales, pero
desconectados en casa. La sana comunicación puede considerarse como imprescindible
para quienes deseen tener una familia armoniosa
Evitar las comparaciones entre
los miembros del grupo familia, debido a que cuando comparamos, atribuimos
características denigrantes a una persona y resaltamos exageradamente a la
otra. En algunos casos se hace de manera discriminativa para, a propósito,
hacer sentir mal a alguien. Con el paso del tiempo, esas comparaciones terminan
hundiendo en la depresión y desanimo a quien las recibe la peor parte y
sumergiendo en egocentrismo a quien se le atribuye lo mejor. Las preguntas en
este caso serían: ¿que ganamos con sumergir en la oscuridad a miembros de
nuestra propia familia? ¿De dónde se origina esa necesidad de perjudicar a otra
persona? Reflexionar sobre las respuestas a estas preguntas y un buen tiempo de
meditación sincera con nosotros mismos, nos puede dar la respuesta. En caso de
que realmente necesitemos enmendar el error y estemos imposibilitados de
encontrar las causas con una meditación personal, entonces sería oportuno
acudir a un psicólogo que nos ayude a profundizar.
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