sábado, 23 de mayo de 2020

La familia como principal institución que motiva la conducta de sus miembros

PARTE I


Definitivamente la sociedad es absolutamente cambiante y el ser humano siempre busca las estrategias específicas de adaptación para poder permanecer e integrarse a esa sociedad en constante transformación. El conocimiento de la gente, sus motivaciones, sus inquietudes y aspiraciones, son las que determinan el ritmo de vida en el futuro. Como socióloga y como habitante de esta aldea global, estoy segura que evaluando la dinámica social permanentemente, es la mejor manera de poder aportar ideas para el bien común. 

Bienestar, es sencillamente estar bien. Para ello se requiere de una armonía en todos los aspectos que tiene que ver con la integralidad de una persona: los aspectos psicológicos, sociales, espirituales, económicos, físicos, entre otros. Un estado pleno de satisfacción consigo mismo y con el entorno donde se desenvuelve.



Indudablemente la familia, base fundamental de la sociedad, es la institución donde el individuo aprende casi el 100% del comportamiento que desarrollará a lo largo de su vida. Este comportamiento está conformado por los valores sociales, morales, éticos, culturales, religiosos, entre otros, que se inculcan en el núcleo familiar. El resto de su aprendizaje lo realiza interactuando con otras personas fuera de dicho núcleo (maestros, compañeros de estudios, amigos o grupos de pares, iglesias, etc.) Razón por la cual la familiar es clave para el logro de personas que aporten positivamente a la sociedad y su bienestar. Las tradiciones que la familia mantenga desde sus ancestros, crean en sus miembros un sentido de pertenencia y cierta necesidad por mantenerlos. El detalle es que, dependiendo de esas prácticas (positivas o negativas) se determina si las costumbres de cada familia pueden aportar al crecimiento personal o ir en detrimento de sus integrante.
 Lo cierto es que dentro de la sociedad encontramos personas con características bien definidas: depresión, tristeza, violencia, apatía,miedo, timidez, pero también personas con perseverancia, alegría, fortaleza, éxitos, emprendimiento, entusiasmo, entre otras. Pero ¿de donde se origina la aptitud que hace la diferencia? Para poder llegar al inicio de estas características, es bueno revisar quienes conforman el grupo familiar y prestar atención al menos a dos aspectos que quiero revisar en este artículo.
LA COMUNICACIÓN ENTRE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA. Es absolutamente claro que las palabras generan un impacto en las personas (dependiendo si somos quienes las pronunciamos o las recibimos). En la vida de cada individuo existen personas de autoridad o significativas. Por ejemplo, las palabras que dirigen los padres hacia los hijos son determinantes en la conducta de dichos hijos, al igual que las palabras provenientes de los abuelos, familiares cercanos, docentes, pastores religiosos o personas importantes en nuestras vidas. El impacto comienza al momento de recibirlas y los efectos pueden ser para siempre. En este sentido las palabras motivadoras, las que fortalecen el autoestima, las que denotan apoyo, solidaridad y toda clase de sentimientos nobles, producen en las personas estados de bienestar y son capaces de enfrentar la vida y sus retos con mayor fortaleza. Por supuesto, palabras denigrantes, discriminativas, ofensivas, burlas y toda clase de palabra que atente contra la paz interior de una persona, producen malestar y decaimiento, que se reflejan en depresión, baja autoestima, desmotivación y en algunos casos, violencia. Así mismo, quien pronuncia palabras, cuyo propósito es lastimar a alguien, cuando reacciona, comienza a experimentar sentimientos de culpa. Aunque en muchos casos, ciertas personas, nunca llegan a tener conciencia del daño que hacen sus palabras sobre personas cercanas y, lastimosamente muchas veces se daña a quienes por lazos familiares estaremos unidos para toda la vida.


Las relaciones armoniosas en el hogar desde la niñez, se reflejara en el desarrollo de la vida de la persona
LAS DEMOSTRACIONES DE AFECTO. Este aspecto es considerado para mí, como el principal motor que mueve a las personas. Sin duda no todo el mundo expresa con palabras lo que siente. Pero los abrazos, apretones de manos, sonrisas, o simplemente el mirar con atención a alguien mientras nos habla, es una fuente de fortaleza que produce bienestar en quienes son el centro de esas demostraciones de afecto. Para un hijo, por ejemplo, es prácticamente indispensable el abrazo de sus padres o de sus familiares más cercanos. El recibir ese abrazo o gesto, como por ejemplo, una mano en su hombro, lo ayudará a caminar en la vida con pasos firmes y rectos. Su autoestima y visión de futuro estarán más consolidadas porque se sienten amado, apoyado, a pesar de que no se pronuncien palabras. Un gesto de amor logra mucho. Se transmite un estado de bienestar que lo fortalece y lo motiva a salir en búsqueda se sus sueños o metas. Efecto contrario se produce cuando jamás recibimos un pequeño gesto o detalle de amor o cariño.

COMO PODEMOS MEJORAR EL BIENESTAR DE LAS PERSONAS DENTRO DE LA FAMILIA?
Como primera opción y considerando lo mencionado anteriormente, es necesaria una comunicación asertiva, utilizando un lenguaje claro y con palabras positivas. Una comunicación que permita a cada miembro del grupo familiar conocer las inquietudes, aspiraciones, molestias, necesidades o cualquier situación que esté afectando al otro, para evitar de esa manera vivir entre desconocidos y mejorar tempranamente los posibles conflictos o incomodidades que puedan presentarse. La poca o nula comunicación en la familia se ha convertido en un gran problema en la modernidad. Generalmente estamos muchas horas hablando con desconocidos al otro lado del mundo, por medio de las redes sociales, pero desconectados en casa. La sana comunicación puede considerarse como imprescindible para quienes deseen tener una familia armoniosa

Evitar las comparaciones entre los miembros del grupo familia, debido a que cuando comparamos, atribuimos características denigrantes a una persona y resaltamos exageradamente a la otra. En algunos casos se hace de manera discriminativa para, a propósito, hacer sentir mal a alguien. Con el paso del tiempo, esas comparaciones terminan hundiendo en la depresión y desanimo a quien las recibe la peor parte y sumergiendo en egocentrismo a quien se le atribuye lo mejor. Las preguntas en este caso serían: ¿que ganamos con sumergir en la oscuridad a miembros de nuestra propia familia? ¿De dónde se origina esa necesidad de perjudicar a otra persona? Reflexionar sobre las respuestas a estas preguntas y un buen tiempo de meditación sincera con nosotros mismos, nos puede dar la respuesta. En caso de que realmente necesitemos enmendar el error y estemos imposibilitados de encontrar las causas con una meditación personal, entonces sería oportuno acudir a un psicólogo que nos ayude a profundizar.


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